Sonia Mereles Olivera, Ph.D.   floating flag

 
 

 

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                          El Nuevo Diario

                       Lunes 28 de Julio de 2003 | Managua, Nicaragua
 

              

Cumbres poéticas latinoamericanas Nicanor Parra y Ernesto Cardenal               
 

Sonia Mereles Olivera
Managua

             
  Ernesto Cardenal.  
En Cardenal y Parra la poesía ha llegado a lo que es por su necesidad de identificarse con un auditorio transido de comunidad. De la misma manera que un emblema o un canto común inspiran la unidad y la identificación en un grupo, así la participación del lector en el poema se hace cuando se convierte en protagonista de algún elemento intrínseco al mismo. En Cardenal, el carácter narrativo produce esta empatía en el lector del poema. En Parra, se levanta esa Voz que representa al montón aunque incluya su crítica. Con la sorna, la sátira, el eslogan, la burla; distorsiona el espejo social como en una imagen de feria donde nos reconocemos en una mueca que da risa nerviosa, pero que como realidad inaceptable (sólo procesa la base del todo) presenta a la vez mucho de verdad.

Si en Cardenal el lector ve su propia historia reflejada, en Parra ve su situación como engranaje de la sociedad. Mientras que con el primero, surge el futuro que es alcanzable y puede ser mejor dependiendo de si el lector lo toma como propio y lo adopta como ‘nuestro’ ; en el segundo, el futuro no existe más que en la reacción del lector. Para Parra, si el discurso refleja el acabóse de la sociedad, es para determinar si el receptor logra cambiar la inevitable tragedia, esa predestinación a la ruina total. Lo satírico de la destrucción que le espera, aquélla donde no quedaría nadie ni para barrer el polvo y es que: es el mismo individuo el que se auto-sentencia a esta suerte, de la que más que cenizas queda estiércol. De esta manera, en su revolución, Parra se condena porque condena al hombre, y Cardenal se salva porque aboga por la regeneración y el Hombre Nuevo.

El cristianismo es una de las características que más los separa. En Parra hay una duda, un ansia existencial. En Cardenal hay una respuesta que es una propuesta. Sin embargo, la poesía de ambos llama la atención por igual sobre un mundo autodestructivo que, por un lado, es la desgarrada conciencia de la historia y, por el otro, el tratamiento literario de lo salvaje, la teoría del lenguaje transmental. En uno y otro, palabra y gesto del urbanismo sonoro se relacionan a lo social realista, a lo testimonial, al antihumanismo espengleriano y a la decadencia de América. Para Cardenal, la liberación social latinoamericana.

Del análisis comparativo a lo actual

implica la ideología del amor, la proyección de una infraestructura constructiva, tanto en relación con el marxismo y la teología de la liberación; como en el tratamiento de la opresión, la alienación del hombre y el discurso histórico, indigenista o cósmico. Por su parte, Parra desacata al mismo Dios y no le tiene fe al hombre en absoluto.

Mientras el sacerdote nicaragüense profetiza al Hombre Nuevo basado en Dios y en la solidaridad que debe surgir del ser-hacia-los-demás; el antipoeta encuentra un individuo que se niega a solidarizarse. Con Cardenal, la sociedad es vista como un todo en el que cada célula simboliza el ser humano del cual depende el grupo total para poder funcionar y progresar. Por su parte, Parra produce una reacción en el lector, pero sin basar en ella ninguna esperanza, ni siquiera en que se produzca realmente. De todo ello, es claro que, como poeta, sacerdote y revolucionario comprometido, Cardenal apoya la función de su poesía en la respuesta que debe ofrecer al ser social: para el camino de su salvación, del lector debe sobrevenir el cambio. Por su lado, el antipoeta no es un predicador (Borgeson, «Lenguaje hablado» 387) como especifica el mismo Parra, quien está en contra de la prédica y así lo prueba en Sermones y prédicas del Cristo del Elqui, donde el protagonista es un fantoche que termina yendo de la ingenua ignorancia a lo comercial del propagandismo de su discurso. De ser una anécdota curiosa y campestre el individuo ?mediante la atención que genera? se va convirtiendo en un hablador, un politiquero al que no se le puede creer todo lo que dice.

Por otro lado, Ernesto Cardenal rechaza con determinación la publicidad y el consumismo comercial para integrarse a una vida contemplativa proponiendo conquistar al pueblo con lo que le es común. De igual tono, Parra se viste de la moda social usando las formas aceptadas por la propaganda tradicional para dar la voz de alarma sobre el escepticismo y la bestialidad actual. Uno, es el místico que clama por la liberación del hombre torturado, otro, es el combatiente que quiere liberarse de la tortura del ser hombre. Uno es un testigo testimonial, otro el salmista social. Uno, acusa el escándalo de la humanidad, otro, se compromete a recrear la paz, la concordia y la unidad. Cardenal, vocero de los oprimidos, voz del iracundo, al servicio de la revolución social y política. Parra, espejo de la opresión, iracunda voz, revolucionario más preocupado por la apertura estética que por la ética social.

Mientras el marxista y comunista aboga por el cristianismo auténtico, el agnóstico repele la religión oficial como una alienante hipocresía formularia y plantea una contrarrevolución humana que repela los credos éticos, estéticos y litúrgicos. En esto último se igualan pues el sacerdote nicaragüense también ha criticado a la Iglesia prostituida (González-Baladó, 22) y ha desacralizado la importancia de los ritos, «Para mí lo esencial del cristianismo no son los ritos, sino el amor al prójimo. Del amor al prójimo fue de lo que habló Jesucristo, quien más bien ridiculizó las prácticas de culto o rituales de su tiempo» (28), lo mismo que Parra, quien ha ridiculizado las prácticas de culto o rituales de su tiempo, no sólo en lo literario sino en la liturgia religiosa.

Como poeta del amor, Cardenal predica su esencia entre los hombres, ésta es la gran función pedagógica de su poesía: voz de la historia, aliento para la superación humana. Con sus poemas proféticos enfatiza la liberación del individuo hacia lo que envisiona como un ser capaz de vivir en armonía comunitaria. Por el contrario, Parra, baja al lector de su sueño idealista y denuncia el desamor, la desunión, el egoísmo y la crueldad.

Básicamente los dos autores enfrentan al lector a su realidad y le aleccionan a tomar las riendas de su propio destino. Si uno con la pluma de la esperanza, el otro con los golpes de la hoz. Cardenal es el vate en cuanto a una autoridad distintiva, en ello se convierte en la voz del pueblo o en su guía moral. La coparticipación es inmediata, el himno que se entona es coreado a voces y se borran las diferencias entre el emisor y el emisario. América como continente donde la lucha es al unísono y donde el combate es patrimonio común, en todos los sentidos, social, político, cultural, fraternal. Por su parte, Parra se entiende como una autoridad del anticanon siempre aliado a lo colectivo. Sus diferencias con el auditorio provocan instantáneamente una reacción de extremo. Su lenguaje no es el sermón pedagógico sino la diatriba entrecortada y brusca, donde se incluye la crítica de sí mismo. En este sentido, también llega al ‘nosotros’ , en el que todos formamos parte de la misma desgracia. La acusación de la tragedia implica la aceptación de la culpa. El contemporáneo, en este caso el chileno, forja su propia proximidad a la superación o a la reducción de lo humano a su mínima potencia. Sea de un modo o de otro el llamado es al cambio, uno en forma de aliento y súplica, otro en el desafío insolente.

  Foto
  Nicanor Parra.  
En la técnica, tanto Parra como Cardenal presentan una lectura referencial. Si Cardenal nos remite a crónicas, titulares, etc., Parra nos refiere a la sociedad consumista, al hombre urbano-contemporáneo con poemas que se niegan a ser sólo poéticos. Ambos poetas intentan elaborar textos donde insisten, amplían, repiten y transforman los enunciados de un discurso oral y textual en una poesía que se ha hecho para comunicar y que, al mismo tiempo, es el arma de llamada al público ya que «el verso (...) el pueblo lo capta mejor, como los posters» (González-Baladó, 35) expresa Cardenal. Como los posters, los collages, los murales y los quebrantahuesos que usa Parra para sacudir al individuo arrogante. Las instantáneas sociales de Parra se vuelven una secuencia en la técnica cinematográfica del lenguaje de Cardenal, cuyo centro periodístico de crónica intertextual informativa comunica una realidad aprehensible sobre un pasado perdido que aparece en versos sueltos que semejan prosa e incluyen el amestizamiento del lenguaje ordinario. El collage histórico de Cardenal convierte a América en un palimpsesto del mundo. Las ideas pivotantes que utiliza en su poesía son el misticismo, la historia y la revolución del hombre en todos los sentidos: político, social, económico, espiritual e incluso ético-estético. Con su técnica de montaje presenta el reflejo del ser fragmentado que debe recuperar su destino para consagrar la esperanza latinoamericana que aflora como Hombre Nuevo. En su cruzada, Parra y Cardenal se unen al ir contra la farsa y la insinceridad moral, haciendo uso del lenguaje cotidiano. La antirretórica, el antielitismo se muestra en lo ordinario de los eslogans, en los gingles publicitarios de la antipoesía. Parra escribe como si sus textos se presentaran a examen, a escrutinio de la cátedra intelectual, por ello se burla y reniega de los lectores críticos que cuentan ya con una expectativa premeditada. Al mismo tiempo, intenta concientizar al hombre de su función como miembro de un todo colectivo, aunque lejos del llamado cardenaliano ante la injusticia social, su llamado es ante las bestialidades diarias del individuo desmembrado de la sociedad, haciendo hincapié en el punto de interferencia, la absurdidad del hombre, su amargura y su soledad.

Para Cardenal la creación artística porta en sí una actitud social determinada y como tal sus poemas, más que de protesta, son de propuesta. Intenta localizar cada situación sobre el mapa de la experiencia humana y su poesía sirve para construir con esperanza. En Parra, sin embargo, la esperanza se esfuma para dar paso a un muro de defensa que al mismo tiempo es un arma, una protesta, contra la barbarie humana. Si en su poesía Parra busca encamar los valores negativos, su función es la de suscitar la repulsa del lector. De este modo intenta acentuar la oposición de este tipo humano que sirve de protagonista en muchas de sus obras y en otras, es la mera voz. El personaje social con su postura de antihéroe posee todas las características antitéticas a aquellas que se atribuyen al héroe. Al respecto, tanto en la poesía de Parra como en la de Cardenal, lo que varía en este personaje es la escala de valores y la perspectiva individual, implicando que todo es según la ideología que se profesa. La angustia de Parra es amarga y opresiva del hombre por el hombre. La angustia de Cardenal es cósmica según él mismo lo expresa: “nosotros no podemos descansar hasta hallar a Dios. Sólo entonces se aquietará en nuestro corazón la gran angustia cósmica” (González-Baladó, 41). La función poética de Parra es dar constancia de los hechos, sus poemas son instrumentos fotográficos de la realidad e implican la identificación del lector que contesta con su lectura autodefiniéndose. Cardenal, por su parte, muestra una película que puede repetir sus secuencias o censurarse a sí misma.

Del libro Cumbre Poéticas Latinoamericanas / Nicanor Parra y Ernesto Cardenal / de Sonia Mereles Olivera / 2003 Peter Lang Publishing, Inc. New York