En Cardenal y Parra la poesía ha llegado a
lo que es por su necesidad de identificarse con un auditorio
transido de comunidad. De la misma manera que un emblema o
un canto común inspiran la unidad y la identificación en un
grupo, así la participación del lector en el poema se hace
cuando se convierte en protagonista de algún elemento
intrínseco al mismo. En Cardenal, el carácter narrativo
produce esta empatía en el lector del poema. En Parra, se
levanta esa Voz que representa al montón aunque incluya su
crítica. Con la sorna, la sátira, el eslogan, la burla;
distorsiona el espejo social como en una imagen de feria
donde nos reconocemos en una mueca que da risa nerviosa,
pero que como realidad inaceptable (sólo procesa la base del
todo) presenta a la vez mucho de verdad.
Si en Cardenal el lector ve su propia historia reflejada,
en Parra ve su situación como engranaje de la sociedad.
Mientras que con el primero, surge el futuro que es
alcanzable y puede ser mejor dependiendo de si el lector lo
toma como propio y lo adopta como ‘nuestro’ ; en el segundo,
el futuro no existe más que en la reacción del lector. Para
Parra, si el discurso refleja el acabóse de la sociedad, es
para determinar si el receptor logra cambiar la inevitable
tragedia, esa predestinación a la ruina total. Lo satírico
de la destrucción que le espera, aquélla donde no quedaría
nadie ni para barrer el polvo y es que: es el mismo
individuo el que se auto-sentencia a esta suerte, de la que
más que cenizas queda estiércol. De esta manera, en su
revolución, Parra se condena porque condena al hombre, y
Cardenal se salva porque aboga por la regeneración y el
Hombre Nuevo.
El cristianismo es una de las características que más los
separa. En Parra hay una duda, un ansia existencial. En
Cardenal hay una respuesta que es una propuesta. Sin
embargo, la poesía de ambos llama la atención por igual
sobre un mundo autodestructivo que, por un lado, es la
desgarrada conciencia de la historia y, por el otro, el
tratamiento literario de lo salvaje, la teoría del lenguaje
transmental. En uno y otro, palabra y gesto del urbanismo
sonoro se relacionan a lo social realista, a lo testimonial,
al antihumanismo espengleriano y a la decadencia de América.
Para Cardenal, la liberación social latinoamericana.
Del análisis comparativo a lo actual
implica la ideología del amor, la proyección de una
infraestructura constructiva, tanto en relación con el
marxismo y la teología de la liberación; como en el
tratamiento de la opresión, la alienación del hombre y el
discurso histórico, indigenista o cósmico. Por su parte,
Parra desacata al mismo Dios y no le tiene fe al hombre en
absoluto.
Mientras el sacerdote nicaragüense profetiza al Hombre
Nuevo basado en Dios y en la solidaridad que debe surgir del
ser-hacia-los-demás; el antipoeta encuentra un individuo que
se niega a solidarizarse. Con Cardenal, la sociedad es vista
como un todo en el que cada célula simboliza el ser humano
del cual depende el grupo total para poder funcionar y
progresar. Por su parte, Parra produce una reacción en el
lector, pero sin basar en ella ninguna esperanza, ni
siquiera en que se produzca realmente. De todo ello, es
claro que, como poeta, sacerdote y revolucionario
comprometido, Cardenal apoya la función de su poesía en la
respuesta que debe ofrecer al ser social: para el camino de
su salvación, del lector debe sobrevenir el cambio. Por su
lado, el antipoeta no es un predicador (Borgeson, «Lenguaje
hablado» 387) como especifica el mismo Parra, quien está en
contra de la prédica y así lo prueba en Sermones y prédicas
del Cristo del Elqui, donde el protagonista es un fantoche
que termina yendo de la ingenua ignorancia a lo comercial
del propagandismo de su discurso. De ser una anécdota
curiosa y campestre el individuo ?mediante la atención que
genera? se va convirtiendo en un hablador, un politiquero al
que no se le puede creer todo lo que dice.
Por otro lado, Ernesto Cardenal rechaza con determinación
la publicidad y el consumismo comercial para integrarse a
una vida contemplativa proponiendo conquistar al pueblo con
lo que le es común. De igual tono, Parra se viste de la moda
social usando las formas aceptadas por la propaganda
tradicional para dar la voz de alarma sobre el escepticismo
y la bestialidad actual. Uno, es el místico que clama por la
liberación del hombre torturado, otro, es el combatiente que
quiere liberarse de la tortura del ser hombre. Uno es un
testigo testimonial, otro el salmista social. Uno, acusa el
escándalo de la humanidad, otro, se compromete a recrear la
paz, la concordia y la unidad. Cardenal, vocero de los
oprimidos, voz del iracundo, al servicio de la revolución
social y política. Parra, espejo de la opresión, iracunda
voz, revolucionario más preocupado por la apertura estética
que por la ética social.
Mientras el marxista y comunista aboga por el
cristianismo auténtico, el agnóstico repele la religión
oficial como una alienante hipocresía formularia y plantea
una contrarrevolución humana que repela los credos éticos,
estéticos y litúrgicos. En esto último se igualan pues el
sacerdote nicaragüense también ha criticado a la Iglesia
prostituida (González-Baladó, 22) y ha desacralizado la
importancia de los ritos, «Para mí lo esencial del
cristianismo no son los ritos, sino el amor al prójimo. Del
amor al prójimo fue de lo que habló Jesucristo, quien más
bien ridiculizó las prácticas de culto o rituales de su
tiempo» (28), lo mismo que Parra, quien ha ridiculizado las
prácticas de culto o rituales de su tiempo, no sólo en lo
literario sino en la liturgia religiosa.
Como poeta del amor, Cardenal predica su esencia entre
los hombres, ésta es la gran función pedagógica de su
poesía: voz de la historia, aliento para la superación
humana. Con sus poemas proféticos enfatiza la liberación del
individuo hacia lo que envisiona como un ser capaz de vivir
en armonía comunitaria. Por el contrario, Parra, baja al
lector de su sueño idealista y denuncia el desamor, la
desunión, el egoísmo y la crueldad.
Básicamente los dos autores enfrentan al lector a su
realidad y le aleccionan a tomar las riendas de su propio
destino. Si uno con la pluma de la esperanza, el otro con
los golpes de la hoz. Cardenal es el vate en cuanto a una
autoridad distintiva, en ello se convierte en la voz del
pueblo o en su guía moral. La coparticipación es inmediata,
el himno que se entona es coreado a voces y se borran las
diferencias entre el emisor y el emisario. América como
continente donde la lucha es al unísono y donde el combate
es patrimonio común, en todos los sentidos, social,
político, cultural, fraternal. Por su parte, Parra se
entiende como una autoridad del anticanon siempre aliado a
lo colectivo. Sus diferencias con el auditorio provocan
instantáneamente una reacción de extremo. Su lenguaje no es
el sermón pedagógico sino la diatriba entrecortada y brusca,
donde se incluye la crítica de sí mismo. En este sentido,
también llega al ‘nosotros’ , en el que todos formamos parte
de la misma desgracia. La acusación de la tragedia implica
la aceptación de la culpa. El contemporáneo, en este caso el
chileno, forja su propia proximidad a la superación o a la
reducción de lo humano a su mínima potencia. Sea de un modo
o de otro el llamado es al cambio, uno en forma de aliento y
súplica, otro en el desafío insolente.
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Nicanor Parra.
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En la técnica, tanto Parra como Cardenal
presentan una lectura referencial. Si Cardenal nos remite a
crónicas, titulares, etc., Parra nos refiere a la sociedad
consumista, al hombre urbano-contemporáneo con poemas que se
niegan a ser sólo poéticos. Ambos poetas intentan elaborar
textos donde insisten, amplían, repiten y transforman los
enunciados de un discurso oral y textual en una poesía que
se ha hecho para comunicar y que, al mismo tiempo, es el
arma de llamada al público ya que «el verso (...) el pueblo
lo capta mejor, como los posters» (González-Baladó, 35)
expresa Cardenal. Como los posters, los collages, los
murales y los quebrantahuesos que usa Parra para sacudir al
individuo arrogante. Las instantáneas sociales de Parra se
vuelven una secuencia en la técnica cinematográfica del
lenguaje de Cardenal, cuyo centro periodístico de crónica
intertextual informativa comunica una realidad aprehensible
sobre un pasado perdido que aparece en versos sueltos que
semejan prosa e incluyen el amestizamiento del lenguaje
ordinario. El collage histórico de Cardenal convierte a
América en un palimpsesto del mundo. Las ideas pivotantes
que utiliza en su poesía son el misticismo, la historia y la
revolución del hombre en todos los sentidos: político,
social, económico, espiritual e incluso ético-estético. Con
su técnica de montaje presenta el reflejo del ser
fragmentado que debe recuperar su destino para consagrar la
esperanza latinoamericana que aflora como Hombre Nuevo. En
su cruzada, Parra y Cardenal se unen al ir contra la farsa y
la insinceridad moral, haciendo uso del lenguaje cotidiano.
La antirretórica, el antielitismo se muestra en lo ordinario
de los eslogans, en los gingles publicitarios de la
antipoesía. Parra escribe como si sus textos se presentaran
a examen, a escrutinio de la cátedra intelectual, por ello
se burla y reniega de los lectores críticos que cuentan ya
con una expectativa premeditada. Al mismo tiempo, intenta
concientizar al hombre de su función como miembro de un todo
colectivo, aunque lejos del llamado cardenaliano ante la
injusticia social, su llamado es ante las bestialidades
diarias del individuo desmembrado de la sociedad, haciendo
hincapié en el punto de interferencia, la absurdidad del
hombre, su amargura y su soledad.
Para Cardenal la creación artística porta en sí una
actitud social determinada y como tal sus poemas, más que de
protesta, son de propuesta. Intenta localizar cada situación
sobre el mapa de la experiencia humana y su poesía sirve
para construir con esperanza. En Parra, sin embargo, la
esperanza se esfuma para dar paso a un muro de defensa que
al mismo tiempo es un arma, una protesta, contra la barbarie
humana. Si en su poesía Parra busca encamar los valores
negativos, su función es la de suscitar la repulsa del
lector. De este modo intenta acentuar la oposición de este
tipo humano que sirve de protagonista en muchas de sus obras
y en otras, es la mera voz. El personaje social con su
postura de antihéroe posee todas las características
antitéticas a aquellas que se atribuyen al héroe. Al
respecto, tanto en la poesía de Parra como en la de Cardenal,
lo que varía en este personaje es la escala de valores y la
perspectiva individual, implicando que todo es según la
ideología que se profesa. La angustia de Parra es amarga y
opresiva del hombre por el hombre. La angustia de Cardenal
es cósmica según él mismo lo expresa: “nosotros no podemos
descansar hasta hallar a Dios. Sólo entonces se aquietará en
nuestro corazón la gran angustia cósmica” (González-Baladó,
41). La función poética de Parra es dar constancia de los
hechos, sus poemas son instrumentos fotográficos de la
realidad e implican la identificación del lector que
contesta con su lectura autodefiniéndose. Cardenal, por su
parte, muestra una película que puede repetir sus secuencias
o censurarse a sí misma.
Del libro Cumbre Poéticas Latinoamericanas / Nicanor
Parra y Ernesto Cardenal / de Sonia Mereles Olivera / 2003
Peter Lang Publishing, Inc. New York